Abraham "Bram" Stoker fue un novelista y
escritor irlandés, conocido por su novela
Drácula (1897).
¿A qué se dedicaban los padres del autor?
Hijo de Abraham Stoker y la feminista Charlotte Mathilda Blake Thornley, Bram tuvo seis hermanos más: dos mayores (Rose y Jack) y cuatro pequeños (Yoaquen, Johan, Jason y Jumy). Era una familia burguesa, trabajadora y austera, cuya única fortuna eran los libros y la cultura. Su precaria salud lo obligó a llevar a cabo sus primeros estudios en su hogar con profesores privados, ya que estuvo sus primeros siete años de vida en cama por diferentes enfermedades mientras su madre le contaba historias de fantasmas y misterio que luego le influirían. A los siete años se recuperó por completo.
En 1864, ingresó en el Trinity College y graduaría con matrícula de honor en matemáticas y ciencias en 1870. Fue campeón de atletismo y presidente de la sociedad filosófica. Mientras estudiaba, trabajó como funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda, donde su padre era un alto cargo, y como crítico de teatro para el Dublin Evening Mail y crítico de arte para varias publicaciones de Irlanda y de Inglaterra. Aprobó las oposiciones de Derecho para poder ejercer como abogado en Inglaterra.
Entonces, ¿qué hizo bien Stoker? El escritor irlandés, criado entre libros y profesores privados por culpa de una enfermedad infantil, publicó muchos más cuentos, y ninguno tuvo la repercusión popular y artística de Drácula. "Claro", descifra Fresán, "porque existen novelas influyentes, que por su calidad crea escuela de escritores y de obras, y novelas radioactivas, que enferman a otros, que infectan y producen mejores herederos. El éxito de Drácula radica en un personaje fascinante". Su misma construcción, a base de trozos de diarios y cartas entre los personajes, ralentiza la trama: "Es la novela en la que más se escribe y se lee. Pero, ¿cuándo van a por el monstruo?", dice Fresán.
Hay veces que un autor queda indisolublemente ligado
a una obra. Poco importa que su bibliografía
comprenda muchos más títulos, para el lector
únicamente cuenta uno. Sólo sus más apasionados
admiradores y la crítica especializada tendrán noticia
del resto de su producción, pero incluso ellos, según
se trate de textos escritos antes o después de aquel
por el que se le venera, la consideraran esbozos del
libro por el que se idolatra al escritor o intentos
fallidos de repetirlo. Bram Stoker es el mejor ejemplo
de la confirmación de esta regla. Su fama, y habría
mucho que discutir sobre si en verdad la tiene, se
circunscribe solamente a "Drácula" (1897). Se ignoran
de esta manera sus otras diez novelas, entra las que
se encuentran títulos tan logrados como "La dama del
sudario" (1909) y toda su producción breve -aun por
catalogar habida cuenta de su magnitud y su
dispersión- entre la que destacan piezas como "El
entierro de las ratas", de inclusión obligada en toda
antología del género. Con sutileza, pero maldito al
cabo, y alucinado por el carácter de su propuesta,
como poco son dos los motivos que traen al autor
de "Drácula" a nuestra galería.
Leer la obra Bram Stoker es enfrentarse a una obra romántica La búsqueda del amor eterno enfrenta a todos los mundos posibles. El trasfondo histórico es un arma para plantear que el amor no tiene fronteras, sino que es inagotable en su sabiduría. El gusto por la penumbra es un rasgo típico, el uso de términos subjetivos en vez de objetivos nos alejan de la realidad y nos lleva a la fantasía. Los personajes aventureros y desafiante ante lo nuevo y al mismo tiempo misterioso. Todo es romántico y todo ésto deja una huella imborrable en el lector, que se sumerge de inmediato entre sus afiladas palabras. Tal vez nadie hubiera leído a Stoker si no hubiera habido película, pero, al igual que Frankestein, de Mery Shelley, el romanticismo es más poderoso para pasar desapercibido a los amantes de la literatura fantástica y de misterio, típica de la época en la que se escribió. Vampiros como seres renegados de la Iglesia como símbolo del rechazo de las normas sociales, frente al amor y a la muerte, unidos por un fin existencial. Quien la lea no quedará indiferente a la poética romántica. Es un gran libro desfigurado por la lujuria y vanidad del mundo cinematográfico. Ya me contaréis. Saludos.
La consolidación de la economía, el sistema colonial y la industrialización caracterizaron a la Época victoriana, con fuertes reformas políticas de corte liberal y la extensión del derecho al voto. Llegando al final de la época, comenzaron a surgir movimientos laboristas que cristalizaron el ideal socialista.
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